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Sí, las publicaciones sobre inseguridad nos hacen estigmatizar

Sí, las publicaciones sobre inseguridad nos hacen estigmatizar

A veces es inevitable llegar a esas publicaciones en redes sociales que nos muestran contenido sobre un hecho de inseguridad, de esos que nos frustran y nos dejan medio aturdidos por horas y en varios momentos del día. Otras veces te lo sugiere el algoritmo o te llega por algún grupo de WhatsApp, si no es que eres tú el que se la pasa compartiéndolo.

También, hay otros casos en los que se crean comunidades para publicar sobre inseguridad, como lo hacen muchos grupos en Facebook en los que conjuntos residenciales, barrios, provincias… publican, por ejemplo, los últimos atracos que pasaron en la esquina que caminas todos los días…  y la gente interactúa y comenta de miles de formas: ¡con odio, con preocupación, con ganas de liberar el peso de la frustración en un comentario!

Esto anterior es una huella digital que estudió Violeta Dikenstein para hacer un análisis de los estigmas que pueden fomentarse a través de los posts y las interacciones en un grupo en Facebook, que tenía como temática la inseguridad en Barracas, un barrio en Buenos Aires, Argentina.

Nos cuenta cómo una publicación en este grupo, sobre un caso de inseguridad, se vuelve en un foro que facilita expresar la frustración gracias a un “relajamiento de las reglas de la sociedad”: insultos, arengas, reclamos, injurias… todo lo que no se puede decir con facilidad en otro contexto, lo permite este grupo; pero, con unos fines particulares.

A través del análisis de Violeta descubrimos que los insultos cumplen una función estigmatizante en cuanto a que revelan en su discurso y, así mismo, en los imaginarios sociales, que los delincuentes son escoria, basura, animales (las denominaciones a los delincuentes en el cuadro 1, página 190). De ahí en adelante, deshumanizados, circula el estigma.

Uno de los ejes que encontró la investigadora se enfoca en que en los grupos se pretende difundir información y los rostros de los delincuentes. Hay un gran interés en poder ponerle cara al delincuente, pues la virtualidad y la realidad convergen con facilidad al ser parte del grupo que publica el día a día de tu barrio. Menciona, además, que hay una normalización a comentarios sobre muerte y justicia por mano propia: “quebrarle los deditos no sirve xq curan, yo se los cortaría, así todos sabemos que era por robar hdp!!!!”

Otro de los ejes tiene que ver con contenido de inseguridad cuando aparentemente es cometido por un menor. En estos casos las denominaciones no son tan abruptas y se hace una reflexión sobre el imaginario del “menor” en los barrios, pues, si no están en espacios cerrados, la escuela o son de una familia, son peligrosos. Por otro lado, también hay insatisfacción porque a los menores no se le judicializa como a un adulto y, para la comunidad, hay muchos permisos y no hay suficiente castigo.

Por último, el tercer eje lo rompe todo: por algún motivo el grupo que analizó Dikenstein permite, además de publicar sobre delincuentes, publicar sobre otra problemática de alta importancia: perritos. Los perros son el gran enlace humanizador que apacigua las frustraciones y que hace el balance perfecto. Y es que es curioso, porque, según nos muestra, la comunidad muestra una alta interacción con este tipo de publicaciones: saben los nombres de los callejeros y si, de hecho, lo son; reconocen entre perros similares; comunican sobre jornadas de vacunación; etcétera. El uso del lenguaje es otro y se hace una reflexión sobre cómo el delincuente es crecientemente estigmatizado y estereotipado mientras que al animal se le particulariza. Mientras los problemas de delincuencia no pueden ser inmediatamente solucionados, las acciones que puede hacer la comunidad por un perro son más sencillas y prontas.

Es importante el análisis y las reflexiones que se pueden hacer a través de este tipo de investigaciones, pues entendiendo este tipo de narrativas, en estos espacios en línea, se puede entender la inseguridad como problema público y “algunos rasgos de las sensibilidades contemporáneas en torno a la problemática del delito”.

«Descubre cómo las redes sociales influencian nuestra percepción de la inseguridad. Un estudio revela cómo los grupos en Facebook pueden estigmatizar a los delincuentes mientras humanizan a los animales callejeros. ¡Una reflexión fascinante sobre cómo las interacciones en línea moldean nuestras actitudes hacia el delito y la empatía!»