Aprender más sobre autismo puede que nos ayude a brindarle mejor calidad de vida a pacientes con autismo

Sumémonos a entender más a las personas con este trastorno y lo que de este deriva.
Todos los 7 de junio se celebra el día mundial de concienciación del síndrome de Tourette. Se celebran, además, otros días relacionados con el autismo (los 2 de abril) y el síndrome de Asperger (los 18 de febrero)… así como muchos otros días que promueven organizaciones, movimientos o naciones para visibilizar, promover, empatizar; y también, para cambiar cualquier tipo de imaginario o estigma que persista sobre muchos trastornos.
Mientras leía sobre un caso de estudio en la Revista de Psiquiatría Infanto-Juvenil, en el que un paciente con trastorno del espectro del autismo (TEA) tenía tics crónicos y síndrome de Tourette, no podía parar de pensar en la forma en que nos acercamos, por distintos medios, a personas o personajes con estas condiciones.
En mi caso, jamás he convivido con una persona que tiene Tourette y desconozco si he conocido a alguien que tenga TEA, pero sí recuerdo el episodio de South Park en el que Eric Cartman, uno de los personajes principales, vio a un chico en un supermercado que podía decir groserías sin consecuencias, para luego enterarse de que era porque tenía Tourette. Por supuesto, Cartman inventa que tiene Tourette para poder insultar sin restricción, no sin antes fingir ser víctima.
El capítulo me permitió imaginarme un síndrome en el que toda la cotidianidad de la persona con Tourette era incontrolable y sin filtros al hablar. Unos años después, Oliver Sacks me enseñó, a través de su detallada narrativa, otro caso de estudio en el libro El hombre que confundió a su mujer con un sombrero: “Witty Ticcy Ray”. Detalló cómo un paciente con Tourette fue capaz de conducir su carro y avionetas , además de tener una vida profesional activa y exitosa. Conocer este caso me hizo entender el síndrome de otra forma.
El caso de estudio publicado por Lamborena et al., en la Revista de Psiquiatría Infanto-Juvenil, nos enseña que las personas con TDA frecuentemente tienen depresión expresada de otras formas: “puede evidenciarse en forma de inquietud psicomotriz, insomnio y anhedonia y no manifestarse con sentimientos de tristeza” y señalan la dificultad de que “los rasgos asociados con el autismo pueden superponerse con algunos síntomas de depresión, haciendo que los signos verdaderos de depresión sean difíciles de detectar”.
Si pensamos en la calidad de vida que podemos darle a una persona, al conocer sobre sus condiciones; y si consideramos la dificultad de tener casos de estudio específicos en poblaciones juveniles, nos daremos cuenta del valor tan necesario que tienen estos estudios de caso, que nos revelan la necesidad de tener evidencia para entender mejor el autismo y la depresión que, por ejemplo como se menciona en el estudio, están ligadas a que personas con TEA tengan más probabilidades de suicidarse. Pensar hacer algo por la inclusión y generar concientización por esto puede que ayude con los cambios en los imaginarios de personas con estas condiciones.
